PREFACIO



Descubrí la doctrina espírita en la etapa de la veintena a la treintena de edad. Todo comenzó a raíz de recibir una carta de un espíritu familiar. Esta cambio mi vida, en el momento de su lectura, logró que la venda que portaba en los ojos cayera y con ello se replanteara mi vida de nuevo.
No dude un solo instante, de lo que decía su contenido, en mi corazón sentía que todo lo que estaba sucediendo era cierto. No me hizo falta ver nada, todo lo sabía ya, estaba en mi interior, todo estaba en mi consciencia y a partir de esa carta hizo que toda la sabiduría, todas los cosas que llevamos dentro y conocemos, salieran al exterior.

 A partir de entonces comenzaba una nueva etapa, renacía de mis cenizas para encauzar mi vida de una manera más acertada.

Aquel espíritu, con sus palabras, logró que comenzara a andar, a buscar, a querer saber más. Quería información, quería saber sobre ángeles de la guarda, espíritus protectores, el mundo invisible, ansiaba toda clase de información, buscaba y buscaba, quería aprender, conocer y con toda aquella búsqueda encontré el espiritismo entre otras grandes doctrinas que al final te hacen llegar a la conclusión que nuestra búsqueda tiene como misión encontrar a Dios.

Centrándome en la doctrina espirita, he de decir, que esta, me ayudo a cambiar interiormente, me ayudo a comprender muchas de las cosas que nos acontecen día a día. Cambió el punto de vista que tenia sobre todos mis problemas. Estos, no desaparecieron de repente, pero, si que se hicieron más pequeños. Mi manera de actuar ante las cosas era diferente y podía sobrellevarlas mejor.

El espiritismo, impulso a un nuevo yo, me hizo buscar mi lado más espiritual y darme cuenta de las muchas tareas que debemos realizar en nuestra existencia.

Me enseñó grandes cosas, entre ellas, aprendí a creer en la existencia de Dios, pero, de una forma racional, no creyendo de manera impuesta porque sí, sino, mediante hechos demostrables.
Descubrí  “la ley de evolución” (el progreso de la persona y el espíritu) que aparece en las enseñanzas espiritas y la necesidad de que exista la reencarnación, medio por el cual vamos progresando, mediante nuevas experiencias y a la vez, pagamos los errores cometidos de otras vidas.
Entendí la “ley de causa y efecto” por la cual, todas nuestras acciones tienen una repercusión en nuestra propia vida.
Descubrí la existencia e inmortalidad de los espíritus, y que podíamos comunicarnos con ellos a través de la mediumnidad.
Y por último, la creencia en la pluralidad de mundos habitados entre algunas otras cosas más.

La doctrina espirita, puso rumbo a mi vida, y mi camino por ahora lo sigo labrando día a día.