CAPÍTULO 15. Visita a la clínica privada.


Mi marido y yo fuimos muy ilusionados a la clínica del tocólogo privado.
La sala de espera estaba llena de mujeres, la mayoría  en estado de buena esperanza y nos toco estar allí sentados un largo tiempo.
Durante la espera entablamos un dialogo con algunas de las personas que allí se encontraban. Lo típico en la etapa de toda embarazada es el comentar como lleva cada una su embarazo, de que sexo será su bebé, entre otros temas más.

En aquella sala, surgió el tema de las gestaciones de gemelos. Una de las mujeres que se encontraba allí esperaba una parejita. Esto me dio a recordar el hecho de que hay veces en las cuales dos espíritus vienen a reencarnar juntos.
Este hecho se puede dar por muchas causas, ya sea por afinidad entre los espíritus o por conflictos entre ellos. Pueden estar ligados entre sí por vibraciones de cariño, armonía, amor, semejanza de sentimientos, dos espíritus que son felices al estar juntos. O por lo contrario estar unidos por bajas vibraciones de conflicto, rechazo, odio entre sí, por ser dos espíritus enemigos de otras vidas que deciden o les imponen, reencarnar juntos para solucionas sus discordias, conflictos y aprender a perdonar mediante la experiencia de la encarnación conjunta.

Teniendo en cuenta la dificultad que traen dos espíritus que reencarnan juntos y la responsabilidad que llevan ante el hecho de todas las tareas que deben realizar, no hay que olvidar, que también la madre de dichas criaturas, lleva una gran labor ante el hecho de rescatar dos espíritus a la vez. No todo el mundo está preparado para ello, ni tiene el gran coraje de responsabilizarse en el mundo espiritual llevando con ello una tarea que también le permitirá su progreso espiritual durante su etapa en su existencia material. Por lo que la tarea es igual de importante para los espíritus reencarnantes como para la madre que se ofreció a ello ya en el mundo espiritual.

Después de aquellos agradables momentos de conversación con todas aquellas personas llego el momento de entrar a la consulta. La enfermera nos hizo llamar y pasamos a la sala del médico. Este, nos atendió muy amablemente y nos hizo las preguntas, comprobó mi estado de salud y decidió mandarme otra medicación diferente a la que estaba tomando en aquel momento. Aquello, podría hacer que mi salud mejorara y también mis problemas de mal estar y vómitos.

Después del pequeño dialogo pasamos a una sala donde haría la ecografía del bebé.

Mi marido y yo, muy ilusionados, mirábamos la pantalla del monitor donde aparecía nuestro pequeño.
Nada más empezar, la primera noticia que nos dio el doctor fue que era posible que esperáramos un varón.
Aún era pronto para hacerse a la idea, por lo tanto, nos recomendó que esperáramos hasta las veinte semanas de gestación para confirmar la noticia.
De manera que aun nos quedaban tres semanas más de espera para poder saber cierto el sexo de nuestro bebé.

El doctor siguió la exploración, midió la cabecita del pequeño, sus huesecitos y todo estaba muy bien, era correcto. La salud de nuestro pequeño era buena y pese a todas las dificultades que habían surgido hasta entonces, el estaba allí, sano y creciendo sin ninguna dificultad. No hay duda que Dios lo había estado ayudando en todo momento y que los buenos espíritus le auxiliaban.

Por otro lado: ¡Qué gran ilusión! ¡Qué contentos estábamos mi marido y yo! ¡Qué alegría verle allí, en aquella pantalla!, con sus bracitos, sus manitas, moviéndose levemente... Era, nuestro pequeño. El milagro de Dios que más feliz puede hacer a toda persona.