CAPÍTULO 11. La situación mejora.


Tras algún tiempo de reposo, tranquilidad y sosiego, los buenos resultados iban llegando.
Comencé a estar mejor, a no marcar, estar más fuerte y sana, por lo que empezó a barajarse en mi cabeza el hecho de volver a mi vida laboral.

Todo iba mejor y ahora solo estaba en mi mano el decidir el momento oportuno para incorporarme a mi jornada laboral.
Si algo me había enseñado el espiritismo, eran las leyes de causa y efecto. La ley de no robar nada a la vida o esta lo robaría más tarde a la mía.
Tenía claro que no debía aprovecharme de la situación y decidí que pasados los tres meses de peligro comenzaría de nuevo en el trabajo.

Antes de ello, estuve muy auxiliada por el mundo espiritual y por mucha gente que pedía por mi recuperación.
En casa, tuve la  presencia de varios espíritus. No supe bien cuales eran los mensajes que querían transmitirme, pero su manera de llamar mi atención era dibujando sus caras en un cojín perteneciente a mi hogar.
Uno de los rostros que apareció un día fue el de mi futura hija.
La verdad, no sabia si ella seria la que en aquel momento se encontraba en mi vientre o era otro espíritu que en el futuro reencarnaría en mi familia.
El mundo espiritual es un tanto complicado. Las perspectivas nunca llegan a ser totalmente claras. A parte, los espíritus trabajan mucho mediante símbolos, pensamientos y sentimientos. Hay que estar muy atentos a las señales que nos mandan día a día.
Gracias a Dios y a los buenos espíritus, nuestras existencias pueden resultar más llevaderas y menos complicadas. Las perspectivas de la vida pueden cambiar mucho según nuestros pensamientos y nuestra moral.
Y si nuestra moral es buena, hará que espíritus simpáticos, afines a nuestras cualidades morales se unan a nosotros y nos ayuden en nuestras luchas del día a día.