CAPÍTULO 10. El aprendizaje de la situación.


Tras unas semanas de reposo y teniendo los cuidados constante de mi familia. Verifiqué que la situación delicada en la que me encontraba realmente era necesaria.

Era necesario que aprendiera una nueva asignatura de la vida.
Me di cuenta de los muchos fallos realizados por mí, en situaciones en las que otras personas habían estado enfermas o necesitadas de mi presencia y yo en aquellos casos había hecho oídos sordos a sus auxilios.

Ahora me daba cuenta, que debía ser más humana, humilde, amorosa y debía solucionar errores del pasado.

No hay un solo día que Dios no nos de una oportunidad nueva para pagar nuestras faltas. Y yo, ante aquella situación por la cual estaba pasando, me hice cargo de que debía avanzar un paso más en el proceso de evolución de esta encarnación.

Pese a todas las dificultades del día a día y que fue una época en la que me sentí muy deprimida, fui asistida en todo momento desde el plano material hasta el espiritual.
Sentía que algún espíritu familiar estaba velando por nosotros en casa.
Y aunque no era visto por mis ojos, de alguna manera este se hizo sentir mediante el dibujo de una cara que surgió en un cojín.

Aquel hecho fue insólito, pero, lo pudimos tener presente mi marido y yo.

Al cabo de algún tiempo, descubrimos quien había sido el espíritu que se había presentado en nuestra casa. Indagando fuimos consciente de que aquel espíritu estaba apegado a mi marido. Era su abuelo materno.

A parte de la presencia de este buen espíritu, también tuvimos el gran honor de tener la ayuda de Sacramento, un primo desencarnado de mi madre.
El también, vino a ayudarme. A darme ánimo y a decirnos con su presencia que nada malo iba a suceder.

Doy muchas gracias a Dios, por su asistencia, sus cuidados y por permitir que buenos espíritus vengan a auxiliarnos.