CAPÍTULO 9. Momentos críticos.


El tiempo fue pasando, y de repente, mi embarazo comenzó a complicarse un poco.
Comencé a tener unos pequeños manchados y leves dolores abdominales.

Al principio no di demasiada importancia a lo que sucedía pero, después de algunos días y tras haber comentado el tema con una amiga, me aconsejaron ir al médico.

Yo no estaba muy conforme con el consejo, siempre me he resistido un poco ante tener que ir a la consulta del un especialista, esperaba que aquellos síntomas desaparecieran solos. Pero, no resulto así, aun persistieron y comenzaron a preocuparnos a mi marido y a mí. De manera, que nos tuvimos que acercarme al ambulatorio de mi ciudad.

Al atendernos nos explicaron que aquello que me sucedía no era muy normal, no sabían lo que estaba aconteciendo por los que me hicieron un informe urgente para que me atendieran en el hospital. De esta manera, mi marido y yo nos desplazarnos rápidamente hacia allí, para que pudieran atenderme con mejores medios de los que disponían en el ambulatorio.

Tuvimos mucha suerte al llegar al hospital, ya que enseguida nos atendieron.
Me llevaron a una consulta y allí pase a comentarle al médico lo que me estaba sucediendo. Este paso a hacerme una exploración y una ecografía para ver el estado en el que se encontraba mi bebé.

Estaba nerviosa, todo mi cuerpo temblaba.

¿Cómo estaría mi bebé?
¿Podría verlo?

Yo, solo quería mirar la pantalla por donde se veían las imágenes de la ecografía, pero pese a mi ansiedad, nada podía ver.

Una vez hecha la exploración, me comentaron que el bebé estaba bien. Pero que tenía amenaza de aborto. Tenía que cuidarme y hacer reposo durante unas semanas y más tarde tendría que llevar el seguimiento de mi estado el tocólogo de zona de mi ciudad.

¿Qué se iba a hacer? El mundo espiritual me estaba mandando una prueba para aprender en esta existencia.

Al principio no me tome muy bien el hecho de poder perder a mí bebé.
Me puse a llorar, estaba asustada. Aunque era una cosita muy pequeña, muchos e incluso pensarían que era una simple célula sin importancia. Pero, para mí, no era así, mi razonamiento iba mas allá, no eras una simple célula, era la posibilidad de reencarnar de un espíritu ligada a ella, el cual tenía sentimientos y proyectos para su nueva existencia y por otra parte, yo ya estaba enlazada a él. Le tenía ya un gran amor e iba a hacer todo lo posible para no perderlo.
Pedí a Dios que lo protegiera y lo cuidara.

Dejando de lado aquellos malos momentos hay que recordar que dentro de toda cosa mala siempre hay algo bueno y en este caso, lo que me ilusionó y me hizo sentir contenta fue el hecho de, por primera vez, ver a mi bebé en una ecografía, esta me la mostraron al terminar la exploración ginecológica.
En ella, se veía una especie de manchita redonda, que media unos veinte coma tres milímetros y el diagnostico era bueno, aquel embrión se encontraba bien. Una buena noticia que daba esperanzas y ayudaba a tener fe en que la situación de riesgo se solucionaría.